La vida está llena de profundas crisis, que se dan en determinados momentos de la historia. Algunas son provocadas por enfermedades, otras por guerras, por crisis económicas... y así. La vida es cíclica, y como hay momentos de bienestar, vienen también momentos crudos.
En la década del 40 Berlín fue arrasada por la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue dividida. Su población mermada, su economía destruida. Fueron momentos de hambre, de desolación, no puedo siquiera imaginarme el panorama de vivir en una ciudad asolada por la guerra. Gracias a Dios no he vivido momentos de extrema angustia, como los que seguramente se tuvieron allí en esa época.
A pesar de todo eso, y de los embargos internacionales, de ser ocupada por los Aliados y la Unión Soviética, Alemania tuvo que levantarse. Una cosa similar pasó con Japón, que sintió el poder destructivo de las bombas atómicas. Ahora ambas naciones, son de las que están en vanguardia a nivel mundial, en tecnología y economía.
Cuando estás destruido, casi nadie te da la mano... es una tristeza que debes depender de ti mismo para levantarte, porque pocos harán algo sinceramente por ti. Sin embargo, no podemos quedarnos derrumbados, la vida continúa, y las personas a tu alrededor seguirán progresando y avanzando... nadie se detendrá a mirarte aunque estés en el suelo herido. No puedes hacer otra cosa que sacudirte, que descubrir otras habilidades, que secarte las lágrimas. Sea que estés golpeado emocionalmente, económicamente, en tu salud... ánimo. Hay que reconstruir la vida.
Cuando tuve que afrontar una discapacidad, producto de la violencia, fue muy duro... Primero hubo que recoger los escombros del pasado; de lo que era mi vida antigua, para volver a construir una nueva. Esperar no sirve de nada, porque el tiempo sigue su curso. Hay que empezar la reconstrucción ahora, antes que nos dejen los sueños, antes que nos deje la vida.
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